En esta constante búsqueda para relacionar la materia prima con el diseño, el entorno y la biodiversidad el Museo de Arte Popular (MAP) presenta la tercera de una serie de cuatro exposiciones en las que se sugiere, muestra y comprueba que esta “simbiosis” es natural, lógica y sustentable. 

Es natural, ya que uno aprovecha y utiliza lo que se tiene alrededor de nuestras regiones; lógico, porque si uno tiene la materia inspiracional cerca, buscará, tomará, imitará y generará iconografías con base en ello, haciendo el consumo creativo de lo que hoy llamamos producto de proximidad. Desgraciadamente este principio se ha ido perdiendo por ciertas necesidades creadas, ya sea por explotaciones desmesuradas y mal uso de los productos; por la ambición y la falta de leyes que protejan estos entornos y castiguen a quien las viola. Sin embargo, la fórmula sigue siendo válida y actual. ¡Hoy más que nunca! Cuando el valor de lo hecho a mano recobra un reconocimiento mundial; cuando el uso sustentable conlleva a la racionalidad y a la lógica; cuando la comunicación global requiere alimentarse de información local. Hoy más que nunca, la “simbiosis” se comprueba, pero también debe de imponerse para un beneficio en común. 

En esta ocasión el MAP presenta una pequeña muestra de la región centro de la República Mexicana; y digo “pequeña región” pues es tan vasta, rica y exuberante, tan importante la influencia y las culturas de la zona, que sería pretencioso decir que es una muestra fiel cuando solo podemos abarcar una pequeña porción en la exhibición de la maravilla etnográfica, de la riqueza biodiversa, de la gran cultura autóctona y el enorme cúmulo de costumbres y oficios importados del viejo continente sumado al maravilloso mestizaje generado en el encuentro de dos mundos, dos universos, dos cosmogonías que al encontrarse, multiplicaron conocimientos y cultura. 

Otrora, la cuenca del valle del Anáhuac, estaba considerada como una de las cuencas con recursos hídricos más importantes del mundo y hoy tristemente está casi al límite del exterminio. 

Siguen sus afluentes alimentando ríos y lagos generando sistemas en donde las fibras flexibles, el ganado y los centros de producción de materia prima se han asentado y continúan generando a su vez centros de producción de indumentaria que surte a la región del Bajío-Centro del país. Todo esto sumado al altiplano, al clima no extremo y a la propagación de técnicas precolombinas, españolas y árabes, que favorecen la elaboración de prendas de indumentaria logrando un catálogo textil inagotable, tanto por su diversidad matérica como inspiracional. Esto, aunado a la diversidad étnica que, sumado al gran talento de los artistas populares que recibieron las tradiciones de ancestros, enriquecieron generación tras generación sus propuestas, ofreciéndonos obras dignas de cualquier colección. 

Es por eso que México es uno de los países con mayor riqueza textil, tanto en su producción como en su diseño y manufactura a nivel mundial. Tristemente y debido a comentarios sectaristas, al consumo y producción masiva y a criticas absurdas, las poblaciones se ven “obligadas” a hacer a un lado sus tradiciones e inclusive a avergonzarse del uso de sus prendas típicas, perdiendo esta identidad nacional, este símbolo comunitario y finalmente a esta representación biodiversa que nos permite el uso orgullosamente de nuestros símbolos y tradiciones. 

Con esto el MAP muestra y demuestra lo equivocados que estamos como sociedad al renunciar a las tradiciones, a perder contacto con nuestro entorno, al uso irracional de los recursos, cediendo al consumismo occidental que “uniforma” al mundo con una falsa identidad a costa de la pérdida de la identidad regional etnográfica, biodiversa y cultural.

Walther Boelsterly 

Museo de Arte Popular